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La reliquia de San José Sánchez del Río llega a Boise

  • Writer: Vero Gutierrez
    Vero Gutierrez
  • Feb 21
  • 8 min read

Updated: Mar 3


El primer santo mexicano , cuya reliquia  llega a la Diócesis de Boise
El primer santo mexicano , cuya reliquia llega a la Diócesis de Boise

Por Vero Gutiérrez

Asistente Editora


El 20 de enero del presente año, se le entregó la reliquia de primer grado de San José Sánchez del Río, también conocido como “Joselito” al obispo de la diócesis de Boise, Peter Christensen, para que permanezca aquí de forma permanente.


La reliquia fue otorgada por el obispo Javier Navarro de la diócesis de Zamora, Michoacán en México y es la primera reliquia de primer grado que se tiene en la diócesis de Boise de un santo mexicano.


El proyecto para solicitar la reliquia inicio en 2019, sin embargo, debido a diversos contratiempos como la pandemia por COVID, fue hasta octubre de 2024 cuando se dio seguimiento a esta iniciativa.


 El Obispo Javier Navarro, otorgó la reliquia luego de conocer el interés y la importancia que tiene para la diócesis de Boise contar con una parte de los restos de un santo mexicano, que, además de ser reconocido como modelo evangelizador de los jóvenes, es un ejemplo de entrega, confianza y amor total a Dios.


La reliquia que ahora se encuentra en la capilla del Centro Diócesano Pastoral en Boise, viajó desde el Santuario de San José Sánchez del Río en Sahuayo, Michoacán, hasta Idaho gracias a la ayuda de María de Lourdes Sedano, Oneida Martínez y Angélica Gutiérrez, Hermanas de la Inmaculada Concepción, quienes hicieron el favor de traerla desde México.


Esta reliquia estará disponible para visitar las parroquias que así lo soliciten. Más adelante, se dará más información y detalles del procedimiento para solicitar la reliquia.

Es importante destacar que esta es la primera de seis reliquias que se han solicitado a diferentes diócesis y arquidiócesis de México. Las reliquias solicitadas son de santos y santas mexicanas como San Bernabé de Jesús Méndez Montoya, Santa María Guadalupe García Zavala, San Rafael Guízar y Valencia, San Toribio Romo González y de la Beata María de la Concepción Cabrera de Armida.

 

¿Quién es San José Sánchez del Río?

 

De acuerdo con la página web del vaticano, José Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán.


Debido a desacuerdos con las autoridades eclesiásticas, el gobierno mexicano decretó la suspensión del culto público. Cuando estalló la lucha entre el gobierno y los civiles que se hacían llamar “cristeros”, José tenía 13 años y 5 meses.


Su hermano Miguel decidió tomar las armas para defender la causa de Cristo y de su Iglesia. José, viendo el valor de su hermano, pidió permiso a sus padres para alistarse como soldado; su madre trató de disuadirlo, pero él le dijo: “Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión”.


Su madre le dio permiso, pero le pidió que escribiera al jefe de los cristeros de Michoacán para ver si lo admitía. José escribió al jefe cristero y la respuesta fue negativa. No se desanimó e insistió pidiéndole que lo admitiera. Fue admitido no como soldado activo, pero sí como un asistente.


En el campamento se ganó el cariño de sus compañeros que lo apodaron “Tarsicio”. Su alegría endulzaba los momentos tristes de los cristeros y todos admiraban su gallardía y su valor. Por la noche dirigía el santo rosario y animaba a la tropa a defender su fe.


El 5 de febrero de 1928, tuvo lugar un combate, cerca de Cotija. El caballo del general cayó muerto de un balazo, José bajó de su montura con agilidad y le dijo: “Mi general, aquí está mi caballo, sálvese usted, aunque a mí me maten. Yo no hago falta y usted sí” y le entregó su caballo. En combate fue hecho prisionero y llevado ante el general callista quien le reprendió por combatir contra el Gobierno y, al ver su decisión y arrojo, le dijo: “Eres un valiente, muchacho. Vente con nosotros y te irá mejor que con esos cristeros”. “¡Jamás, jamás! ¡Primero muerto! ¡yo no quiero unirme con los enemigos de Cristo Rey! ¡yo soy su enemigo! ¡fusíleme!


El general lo mandó encerrar en la cárcel de Cotija, en un calabozo oscuro y maloliente. José pidió tinta y papel y escribió una carta a su madre en la que le decía: “Cotija, 6 de febrero de 1928. Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte... haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre...”.


El 10 de febrero de 1928, como a las 6 de la tarde, lo sacaron del templo y lo llevaron al cuartel del refugio. A las 11 de la noche llegó la hora suprema. Le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo hicieron caminar a golpes hasta el cementerio. Los soldados querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad, pero no lo lograron. Dios le dio fortaleza para caminar, gritando vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe.

Ya en el panteón, preguntó cuál era su sepultura, y con un rasgo admirable de heroísmo, se puso de pie al borde de la propia fosa, para evitar a los verdugos el trabajo de transportar su cuerpo. Acto seguido, los esbirros se abalanzaron sobre él y comenzaron a apuñalarlo. A cada puñalada gritaba de nuevo: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”.


En medio del tormento, el capitán jefe de la escolta le preguntó, no por compasión, sino por crueldad, qué les mandaba decir a sus padres, a lo que respondió José: “Que nos veremos en el cielo. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”.


Mientras salían de su boca estas exclamaciones, el capitán le disparó a la cabeza, y el muchacho cayó dentro de la tumba, bañado en sangre. Era el 10 de febrero de 1928.

Sin ataúd y sin mortaja recibió directamente las paladas de tierra y su cuerpo quedó sepultado, hasta que años después, sus restos fueron inhumados en las catacumbas del templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús. Actualmente reposan en el templo parroquial de Santiago Apóstol, en Sahuayo, Michoacán.


Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005. Canonizado por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016. Y su fiesta se celebra el 10 de febrero. Era el 10 de febrero de 1928.



 

Relic of St. José Sánchez del Río Arrives in Boise

 

A first-degree relic of St. José Sánchez del Río was presented to Bishop Peter F. Christensen of the Diocese of Boise on Jan. 20. The relic will remain in Idaho permanently.

Saint José Sánchez del Río is recognized as a model evangelizer of young people and is an example of devotion, trust and total love for God.


Bishop Javier Navarro of the Diocese of Zamora, Michoacán, Mexico, donated the relic, thought to be the first-ever first-degree relic of a Mexican saint in the custody of the Diocese of Boise. The relic traveled from the Shrine of Saint José Sánchez del Río in Sahuayo, Michoacán, thanks to the help of three Sisters of the Immaculate Conception, María de Lourdes Sedano, Oneida Martínez and Angélica Gutiérrez, who took custody of the relic and transported it to Idaho.


The request for the relic began in 2019, but due to various setbacks, such as the COVID-19 pandemic, the initiative was put on hold until Oct. 2024.


This is the first of several relics that the Diocese of Boise has requested from various dioceses and archdioceses in Mexico. The Idaho diocese hopes to receive relics of St. Bernabé de Jesús Méndez Montoya, St. María Guadalupe Garcia Zavala, St. Rafael Guizar y Valencia, St. Toribio Romo González, and Blessed María de la Concepción Cabrera de Armida.


Who is Saint José Sánchez del Río?

José Sánchez del Río was born on March 28, 1913, in Sahuayo, Michoacán.


According to a Vatican website, when the Mexican government ordered the suspension of public worship in 1926, a battle broke out between the government and civilians who called themselves “Cristeros.” José was 13 at the time.


His brother Miguel joined the Cristeros. José asked his parents for permission to enlist as a soldier. His mother tried to dissuade him, but José replied, “Mom, it has never been so easy to earn heaven as it is now, and I don’t want to miss the chance.”


His mother ultimately granted him permission, but only if he wrote to the head of the Cristeros in Michoacán to see if they would accept him. He did so, and the answer was negative. Undaunted, José persisted in asking until the Cristeros allowed him to be an assistant rather than a soldier.


In the camp, he won the affection of his comrades, who nicknamed him “Tarsicio.” At night, he led the soldiers in praying the Rosary and encouraged them to defend their faith.


On February 5, 1928, a battle took place near Cotija. When the general’s horse fell dead from a bullet, José dismounted with agility and said to him, “General, here is my horse, save yourself even if they kill me. I am not needed, and you are.” José was captured and taken to General Callista, who reprimanded him for fighting against the government.

Seeing his determination and courage, Callista said to him, “You are a brave boy. Come with us, and you will be better off than with the Cristeros.”


José Sánchez del Río replied, “Never, never! I will die first! I will not join the enemies of Christ the King! I am your enemy! Shoot me!”


The general had him locked up in the Cotija prison. José asked for ink and paper and wrote a letter to his mother: “Cotija, February 6, 1928. My dear mother: On this day, I was captured in battle. I think I’m going to die, but it doesn’t matter. Resign yourself to God’s will. Don’t worry about my death...do God’s will, have courage and send me your blessing along with my father’s blessing . . .”


On February 10, 1928, the government’s forces skinned his feet with a knife and made him walk to a cemetery while beating him. The soldiers wanted to force him to renounce his faith and allegiance to the Cristeros. Instead, he called out “vivas” to Christ the King and Our Lady of Guadalupe while walking to his death.


Once in the cemetery, he asked where his grave was and walked to its edge so the executioners would not have to carry his body. Then, he was repeatedly stabbed, but with each stab, he cried out, “Long live Christ the King, long live the Virgin of Guadalupe!”

During the torture, the captain in charge asked him what he should tell José’s parents. José responded, “That we will meet in heaven. Long live Christ the King! Long live the Virgin of Guadalupe!


While he was still uttering these words, the captain shot him in the head, and the boy fell into the grave covered in blood. It was February 10, 1928. José Sánchez del Río was 14 years old.


His body remained without a shroud or coffin until years later when his remains were moved to the shrine of the Sacred Heart of Jesus, where other Cristero martyrs were buried. His body was finally transferred to the parish church of Santiago Apóstol in Sahuayo, Michoacán, where José Sánchez del Río was born.


He was beatified on November 20, 2005. He was canonized by Pope Francis on October 16, 2016. His feast day is February 10.

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